domingo, 10 de julio de 2011

El análisis crítico del discurso - Teun A. van Dijk


El análisis crítico del discurso

¿ Qué es el análisis crítico del discurso?


El análisis critico del discurso es un tipo de investigación analítica sobre el discurso que estudia primariamente el modo en que el abuso del poder social,el dominio y la desigualdad son practicados, reproducidos y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el contexto social y político. El análisis critico del discurso espera contribuir de manera efectiva a la resistencia contra la desigualdad social.

Los analistas del discurso y la sociedad

Los analistas criticos del discurso tienen muy en cuenta cuál es el papel que desempeñan en su sociedad, y por ello saben cuán influenciados están por ésta. Esta reflexión sobre su papel en la sociedad y en la vida política se convierte así en constituyente esencial de la empresa analítica del discurso.
Los investigadores críticos con frecuencia estarán al lado de los distintos grupos y gentes socialmente dominados en el mundo, por los que preferirán trabajar y con quienes se declararán solidarios. El abuso de poder de los grupos e instituciones dominantes puede en tal caso ser «críticamente» analizado desde una perspectiva que es coherente con la de los grupos dominados. El ACD es una investigación que intenta contribuir a dotar de poder a quienes carecen de él, con el fm de ampliar el marco de la justicia y de la igualdad sociales.

Análisis del discurso crítico vs análisis del discurso 
acríticos

A pesar de tan elevados propósitos, el ACD sólo puede realizar sus objetivos si es, ante todo, (buen)
análisis del discurso. En las disciplinas más avanzadas, y especialmente en los paradigmas más abstractos y formales, con frecuencia se descalifica y se marginaliza a la investigación crítica tachándola de «política», y por tanto de « acientífica». El ACD rechaza tal evaluación: subraya primero que toda investigación es «política» en sentido lato, incluso si no toma partido en asuntos y problemas sociales; se esfuerza después, como lo hacen otros grupos marginales, por ser mejor que el análisis «ordinario» del discurso. Sus prácticas sociales y políticas no deberían contribuir solamente al cambio social en general, sino también a avances teóricos y analíticos dentro de su propio campo. Hay diversas razones por las cuales el ACD puede superar a otras aproximaciones «acriticas» en el estudio del discurso. 

Ante todo, el ACD no se ocupa exclusivamente de teorías y paradigmas, de modas pasajeras dentro de la disciplina, sino más bien de
problemas sociales y de asuntos políticos. Ello garantiza el permanente interés que siente por sus cimientos empíricos y prácticos, que son un necesario sistema de control, y que constituyen también un desafío para la teoría. Las malas teorías, simplemente, no «funcionan» a la hora de explicar y solucionar los problemas sociales, ni ayudan al ejercicio de la crítica y de la resistencia.

Por otra parte, en el mundo real de los problemas sociales y de la desigualdad la investigación adecuada no puede ser sino multidisciplinar. El uso del lenguaje, los discursos y la comunicación entre gentes reales poseen dimensiones intrínsecamente cognitivas, emocionales, sociales, políticas, culturales e históricas. Incluso la teorización formal necesita por tanto insertarse dentro del más vasto contexto teórico de los desarrollos en otras disciplinas. El ACD estimula muy especialmente dicha multidisciplinariedad.

En tercer lugar, muchas tendencias en análisis del
discurso o de la conversación son teóricas o descriptivas, pero resultan escasamente explicativas. La perspectiva del ACD requiere una aproximación «funcional» que vaya más allá de los límites de la
frase, y más allá de la acción y de la interacción, y que intente explicar el uso del lenguaje y del discurso también en los términos más extensos de estructuras, procesos y constreñimientos sociales, políticos, culturales e históricos.

Finalmente, el ACD, aun cuando pretende inspirar y mejorar otras aproximaciones en los estudios del
discurso, tiene también su foco específico y sus propias contribuciones que hacer. Además de proveer bases para aplicaciones en varias direcciones de investigación, tiende singularmente a contribuir a nuestro entendimiento de las relaciones entre el discurso y la sociedad, en general, y de la reproducción del poder social y la desigualdad —así como de la resistencia contra ella—, en particular. ¿Cómo son capaces los grupos dominantes de establecer, mantener y legitimar su poder, y qué recursos discursivos se despliegan en dicho dominio?
Esas son cuestiones fundamentales concernientes al papel del discurso en el orden social. En lugar de ofrecer reflexiones filosóficas globales sobre tal papel, el ACD proporciona detallados y sistemáticos análisis de las estructuras y estrategias de texto y habla, y de sus relaciones con los contextos sociales y políticos (para más detalles sobre los mentados objetivos de los estudios críticos del discurso y del lenguaje. 

Fairclough y Wodak (1994: 241-270) resumen como sigue los principios básicos del ACD:

* El ACD trata de problemas sociales.

* Las relaciones de poder son discursivas.
* El discurso constituye la sociedad y la cultura.
* El discurso hace un trabajo ideológico.
* El discurso es histórico.
* El análisis del discurso es interpretativo y explicativo.
* El discurso es una forma de acción social.


El acceso al discurso y su control: primer tipo de poder asentado en el discurso

La mayoría de la gente únicamente tiene control activo sobre el habla cotidiana frente a miembros de sus familia, amigos o colegas, disponiendo de un control solo pasivo, en muchas situaciones, la gente común es un blanco mas o menos pasivo para el texto o el habla de sus jefes y maestros, quienes pueden decirles sin más lo que deben o no deben hacer; en cambio, los miembros de grupos o instituciones socialmente más poderosos disponen de un acceso más o menos exclusivo a uno o más tipos de discurso público, y del control sobre ellos.
Así, los profesores controlan el discurso académico, los maestros el discurso educativo institucional, los periodistas el discurso de los media, los abogados el discurso legal, y los políticos el discurso de la planificación y otros discursos de sesgo político. Aquellos que gozan de mayor control sobre más y
más influyentes discursos (y sobre más propiedades discursivas) son también, según esta definición, más poderosos.

El control de la mente: segundo tipo de poder asentado en el discurso

En un marco de ACD, «el control de la mente» implica más que la simple adquisición de
creencias sobre el mundo por medio del discurso y de la comunicación. Los elementos del poder y del dominio, en este caso, entran en la descripción de varias maneras:

a) A menos que sean inconsistentes con sus creencias y experiencias personales, los receptores tienden a aceptar las creencias (conocimientos y opiniones) transmitidas por el discurso de las fuentes que consideran autorizadas, fidedignas o creíbles, tales como los académicos, los expertos, los profesionales o los media de confianza (Nesler et al., 1993).

b) En algunas ocasiones, los participantes están obligados a ser receptores del discurso en la
educación y en muchas situaciones laborales. Las lecciones, los materiales de aprendizaje, las instrucciones de trabajo, y otros tipos de discurso necesitan en tal caso ser atendidos, interpretados y aprendidos como lo pretenden sus autores organizativos o institucionales (Giroux, 1981).

c) En muchos casos no existen otros discursos o media que provean informaciones de las cuales quepa derivar creencias alternativas (Downing, 1984).

d) Y, en directa relación con los puntos previos: los receptores pueden no poseer el conocimiento y las creencias necesarias para desafiar los discursos o la información a que están expuestos (Wodak, 1987).

Estos cuatro puntos sugieren que el control discursivo de la mente es una forma de poder y de dominio si tal control se realiza en interés de los poderosos, y si los receptores no tienen «alternativas». Si por libertad se entiende la oportunidad de pensar y de hacer lo
que uno quiere, entonces tal falta de alternativas es una limitación de la libertad de los receptores. Y limitar la libertad de otros, especialmente en el propio interés, resulta ser una de las definiciones del poder y del dominio.
Mientras tales condiciones del control de la mente son ampliamente contextuales (dicen algo acerca de los participantes en el acontecimiento comunicativo), otras condiciones son discursivas, esto es, son unafunción de la estructura y de Ias estrategias del texto
o del habla en sí mismos. Dicho de otro modo: dado un contexto específico, ciertos significados y formas del discurso ejercen más influencia sobre las mentes de la gente que otros, tal como la noción misma de «persuasión» y una tradición de dos mil años de retórica pueden mostrarnos.


El discurso y la reproducción del racismo


Este análisis sugiere que, aunque los diferentes grupos de elite formulen una ideología racista dominante y la difundan ampliamente a través de los medios y de otras formas de discurso público, esa ideología no es el resultado de una acción concertada. Su versatilidad estratégica de formas,
contenidos y funciones, parece servir mejor a los intereses de la mayoría de los grupos (blancos) en la sociedad, y en especial a los de las respectivas elites. Irónicamente, se puede reproducir la ideología aun cuando no se actúe, por ejemplo, dejando que los prejuicios se desarrollen y hagan su
trabajo independiente, perdonando la discriminación y los conflictos174 interétnicos si no son demasiado graves, absteniéndose de realizar una acción seria contra el desempleo de las minorías, etc. De este modo, cada segmento del grupo blanco puede contribuir coherentemente al cuadro
general. Y puesto que la ideología, más que cualquier otra cosa, parece satisfacer los mejores intereses de todos nosotros, casi no necesita legitimación y su aceptación pública es fácil de lograr.
En este marco, las contra–ideologías y el contra–discurso, tienen pocas oportunidades para desarrollarse más allá de un cierto límite. Se presentarán como errados, subjetivos, radicales, exagerados o simplemente inaceptables tanto para las elites como para la mayoría de la gente. Si son tolerados y no ignorados por completo, esto es a lo sumo, un movimiento estratégico adicional de auto presentación positiva de las elites dominantes y una prueba más de la superioridad de su ideología, Hemos mostrado que los diferentes lugares del discurso público, controlados en su totalidad por  las élites blancas, proveen una expresión directa y persuasiva de tal ideología. Y sin esas formas de expresión, ésta nunca habría llegado a ser pública ni compartida, menos aún dominante.


Al haber leído y analizado esta lectura, debemos asumir una posición más cuestionadora de la realidad circundante, principalmente cuando se trata de cómo los discursos orales y escritos reproducen el abuso de poder, la dominación o la desigualdad social. A esto es lo que van Dijk denomina "AD crítico" cuyo exponente explicita siempre su posición social y política; asumir una posición con el fin de descubrir, desmitificar y, al mismo tiempo, "desafiar" una posición o dominación mediante un análisis crítico del discurso opuesto. Así, en lugar de centrarse en la disciplina y sus teorías o paradigmas lo hace en la relevancia de una situación problemática o crucial . El trabajo de un analista crítico está orientado por un "problema" más que por un marco teórico; su análisis, su descripción de un fenómeno como la formulación de una teoría juegan un rol en la medida que permita una mejor comprensión crítica de la "desigualdad social" basada en, por ejemplo, origen, género, clase, religión, lengua, u otro criterio que pueda definir las diferencias humanas. Su fin último no ser puramente científico, sino también político y social, es decir, con tendencia al "cambio". Es justamente en este sentido que la orientación social se transforma en "crítica". Quienes se mueven en esta senda ven el AD como una tarea moral y política con responsabilidad académica.
Finalmente, debemos dejar en claro que, para van Dijk, el AD o el "discurso" mismo es una parte inherente de la sociedad y participa prácticamente en todas las "injusticias" de la sociedad como en la lucha contra ellas. Un analista crítico del discurso , además de tener en cuenta el vínculo entre discurso y estructura social apunta a ser un "agente de cambio", solidario con las necesidades que promueven tal cambio. 



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